lunes, 3 de mayo de 2010

Desierto Infinito

Estaba en camino a la ciudad dorada, pero perdí mis alas de ébano ante los rayos del sol; caí en el medio de un desierto de fuego justamente entre dos titanes de barro, los cuales susurraban al viento su descontento en pequeños suspiros sañosos.

Herido, solo y confundido; camino forjando grandes surcos arena, tan solo siento el cálido aire a mi alrededor; me arrodille para rezarle al cielo por la lluvia, pero no recibí respuesta; mi mente empieza a ceder a la locura y a cada hora la desesperación se vuelve más aplastante.

¿Qué será de mi?, me pregunto, mientras me siento en un montículo de arena; veo a una serpiente arrastrarse afanosamente como si se escapara de un destino cruel al ver a un águila a vuelo raso acercarse a ella.

Camino y camino un poco más, hasta ver los mismos surcos que antes había forjado, he estado andando en círculos; ¿Qué he hecho para merecer esto? Me pregunto; en mi ira tomo una rama seca y la abalanzo con fuerza, mi sangre esta hirviendo en un frenesí de locura; pero recuerdo las palabras de los sabios «Todo pasa o no pasa por una razón, las coincidencias no existen»; No me rendiré ante este predicamento, porque sé que el creador me está probando.

Ando un poco más; por 15 noches y 14 días, hasta que vi a un hombre sentado en una roca, cuando me acerque me pareció conocido y al ver su cara resplandeciente vida; Caí rendido, replicando una sola ida en mi cabeza: oh dios mío; era yo mismo.


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