lunes, 25 de octubre de 2010

Desayunando En Las Ruinas

Telarañas se tejen en las esquinas de mi mente, confeccionando un intrincado diseño de ideas tristes que no me permiten dormir; mi vida dio un giro inesperado hace dos años, cuando fui a hacerme un chequeo de rutina al doctor. Tenía una tos que no parecía desaparecer, luego de varios estudios; el doctor me llamo a su consultorio para hablarme de los resultados; dije para mi mismo: esto lo más seguro no es más que un simple resfriado.

El doctor tenía una cara que asustaría a cualquiera que lo viera, me dice que tome asiento y empieza a mirar los resultados frenéticamente como si buscara un error en ellos; me mira fijamente y me dice: encontramos un crecimiento maligno de las células del tracto respiratorio; digo en voz baja, mientras hacia una mueca de alegría: que alivio es una simple infección; el doctor replica diciéndome: no entendió lo que le acabo de decir, usted tiene un cáncer en los pulmones; me tomo unos segundos reaccionar; cáncer, oh Dios es lo peor que me pudo decir, le dije al doctor.

El me respondió: quiero que sepa que está en etapa inicial, si empezamos la quimioterapia inmediatamente, tenemos un buen chance de contener el esparcimiento del cáncer, no se preocupe lo acompañare todo el camino, etc.; mientras él me habla con toda esa jerga médica, por mi mente solo pasa una idea: de esto me voy a morir, que patética muerte tendré.

Abandone el consultorio con la mente totalmente en blanco y con el corazón encogido, no porque tuviera miedo a la enfermedad en sí misma, sino de cómo darle a mi familia, esta macabra noticia; empecé a recordar las miles de películas que había visto, en las que el protagonista contrae una enfermedad terminal y justo al final como de milagro se cura milagrosamente, recodar eso me reconforto un poco.

Varios días pasaron para que lograra reunir el valor suficiente para decir la verdad de mi condición de salud; mi familia; mi mama se colapso y tuvimos que internarla; mi enfermedad fue el chisme del mes; en cuestión de días todo el mundo lo sabía; las personas iban a mi casa a decirme que lo sentían y que rezara, que me pusiera en manos de Dios; me dije a mi mismo: Dios está muy ocupado con cosas más importantes, como para preocuparse por mí, además él dice: «ayúdate que yo te ayudare».

Empecé la quimioterapia tan pronto como pude; no me había rendido ante nada en mi vida y no planeaba echarme a morir tan fácilmente ante el cáncer; durante los meses siguientes mi abundante cabellera negra desapareció, empecé a perder peso dramáticamente; esto de la quimioterapia es una dura campaña.

Al cabo de 6 meses de luchar, logre entrar en remisión, mejore totalmente, me decían cada vez que me veían: venciste a la muerte; por un tiempo también creí eso. Pero el cáncer es engañoso, me olvide de todo como lo que había pasado, como si hubiera sido un mal sueño nada más; deje de luchar y me puse en total relajación; olvide la vieja frase que reza «Cuando te se sientas en demasiada paz, la muerte llega sin avisar».

Una tarde mientras cocinaba, sentí un dolor en el pecho y me invadió el más fuerte escalofrió, todo se oscureció; dure dos días en coma, solo para despertar en la pesadilla de que el cáncer había regresado. El doctor intentaba explicarme que el cáncer se había expandido. En este momento tan decisivo de mi vida he entendido, que todos vivimos bajo una ilusión que nos creamos para enfrentar la realidad, la mía ahora mismo es la de engañarme diciéndome que viviré muchos años, aunque desayunando en las ruinas de que una vez fue mi vida me encuentre.

lunes, 18 de octubre de 2010

Tango Cabaret

Lo grotesco y lo mágico se juntan un en paralelo secreto, lleno de sudor y movimientos estilizados que marcan pasos en picardía multicolor; los cuerpos se unen en la más extraña danza, entre abrazos apasionados y corazones rotos en decepción.

Ella en su traje de cabaret; tan bella como una hermosa flor, pero no te confíes, es capaz de lastimarte si no te fijas, sus espinas están escondidas entre un juego de miradas y el perfume que despide su cuerpo. Si te acercas demasiado, arderas en locura de amor por ella; tu corazón te dice que te alejes, pero tu cuerpo esta hechizado por sus labios y como un imán eres atraído sin poder hacer nada para detenerte.

El acordeón toca esa melancólica tonada; que despierta una parte en tu interior que no conocías hasta ese momento; es como si tu vida ha dado una vuelta de blanco y negro, a color. El escalofrió recorre tu cuerpo, mientras tus caderas siguen el compas de sus torneadas piernas.

Poco a poco el ritmo golpea los cuerpos mientras el pasional sonido calienta la pista; el final se acerca, mientras la temperatura llega a su punto más alto; pareciera que todos en el cabaret estuvieran a punto de morir; el humo de cigarros, olor a licor, sexo y sudor; eso es tango.


lunes, 11 de octubre de 2010

La Última Huida

Dejando el motor rugir como una bestia mitológica; la carretera pierde su silencio mientras este bólido gana velocidad; mis manos sudan a través de mis guantes de cuero y el sol nace en mis en mis anteojos; hoy no hay miedo porque sé que esta hoy desayunare en las ruinas de lo que una vez fue mi vida.

Mi espíritu esta libre, avanzo dejando una enorme nube de polvo a mi paso; la tierra tiembla mientras tomo las curvas peligrosamente cerca de desfiladeros; estoy llegando a donde toda esta locura terminara, no queda más que avanzar.

Aquí en este inhóspito camino me transformaré en una leyenda; mi pie parece estar adherido al acelerador; de mis ojos el sueño se ha borrado y la duda se ha quedado atrás. Los guardianes del camino se abalanzan sobre mi corcel impulsado con gasolina.

El que se atreva a seguirme debe estar seguro de que solo la ruina hallara; el barranco esta a la vista, falta poco para que todo acabe en un destello destructor. Veo en el retrovisor que los guardianes no se rendirán sin luchar; que lo intenten, soy intocable por unas horas más.

Sus balas no me pueden lastimar, ni siquiera a mi flamante potro mecánico lograran derribar; sus caras muestran asombro por mi temeraria manera de maniobrar; antes de que logren detenerme me lanzare de este acantilado para recibir mi bautizo de fuego.


lunes, 4 de octubre de 2010

El Príncipe, La Cueva Y El Mar

«Que la espuma del mar borre la tristeza de los corazones de los que miran al horizonte en busca de respuestas, que en vuelo de la gaviota encontremos la benevolencia de los cielos» dijo el escritor errante; hermosa forma de comenzar el día, dedicando unas cuantas palabras a la belleza de la creación. Me siento regocijado hoy que les contaré una pequeña anécdota de mi libro, de un príncipe que surca el vasto mar buscando un misterioso tesoro que el creador deseaba mantener oculto de aquellos que por gloria lo deseaban encontrar. En el fondo de un arrecife hay una cueva con un cofre dorado, custodiado todo el tiempo por bestias gigantescas con tentáculos; él era un príncipe de tierras lejanas en una misión que consistía en lograr la prosperidad para su reino.

Su misión parecía sencilla, encontrar el cofre y tomar su contenido a cualquier costo; este príncipe era nieto de los astros, hijo de titanes y hermano de las valquirias; el solo se atreverá a descender a ese fantasmagórico lugar, donde las lanzas de luz del sol no llegan. Al llegar al lugar justo sobre la cueva, miro su reflejo en el mar intentando comprender si la imagen que veía en sus turbias aguas era la figura de un héroe capaz de lograr tan peligrosa hazaña; tomo un largo respiro y se lanzo, hasta el fondo bajo en donde las implacables bestias se dirigieron a atacarlo, pero el tenia un infalible plan que consistía en nadar entre los afilados arrecifes donde pretendía a las gigantescas bestias aprisionar; él conocía la regla del combate que reza «su delirio de grandeza será su mayor ruina».

Las bestias lo persiguen sin parar hasta quedar atrapados entre las coralinas paredes del arrecife; el vuelve a la superficie para tomar otra bocanada de aire, se sumerge rápidamente y persigue con la mirada el brillo del cofre; se acerca a lo que tanto deseaba, cuando lo abre encuentra tres tesoros: una afilada espada, una copa dorada y un libro en blanco.

Según cuenta la leyenda, aquel que encuentre el cofre solo uno de los tesoros deberá tomar; la espada de plata hará que el reino que la posea jamás sea vencido en batalla, la copa dorada tiene el poder de hacer que cualquier reino donde se encuentre goce de abundancia y el libro en blanco tiene el poder de que sus páginas jamás se terminen, ni las palabras escritas en el puedan borrarse, porque este no puede ser destruido.

El príncipe escogió la espada y regreso a su reino como un gran héroe; su padre el rey estaba tan orgulloso de su hazaña que decidió convertirlo en el nuevo gobernante. Gracias al poder de la espada sus ejércitos se volvieron invencibles parecía que no podían ser derrotados; pero al poco tiempo se dio cuenta de que la espada escondía otro poder, uno oscuro que estaba escrito en su afilada hoja «el reino del ejercito invicto en batalla, la paz jamás conocerá»; al descubrir esto el nuevo rey, reunió un grupo de los mejores hombres para ordenarles devolver la espada, matar a las bestias que protegen el cofre y traer la copa que en él se encuentra.

Con la copa en su poder el reino gozo de abundancia y prospero exuberantemente; el brillo y esplendor era digno de que el creador mismo deseara pasar el verano en su magnífico imperio; pero al poco tiempo su celestial utopía se vio corrompida por la avaricia, porque la copa al igual que la espada escondía otro poder, el poder de pervertir el corazón de los hombres; el robo, la muerte y el adulterio transformó todo en una pesadilla oscura; a tal punto que el creador decidió dejarlo en ruinas. El creador hizo que la tierra temblara sin parar durante tres días y tres noches; acabando con todo tan rápido como fue creado; los sobrevivientes lloraron y maldijeron a su nuevo gobernante porque él había corrompido sus vidas con los tesoros del cofre; saquearon los restos del reino y se empezaron a matar entre sí. El nuevo rey escapo sin devolver la mirada en dirección a su destruido reino.

Decidió volver una vez más a donde estaba el cofre; esta vez no llevo nada para devolver porque la copa se había durante la destrucción de su reino; nado una vez más hasta la cueva y esta vez tomo el libro en blanco que jamás se le borran las palabras, ni se le acaban las palabras y escribió en la primera hoja lo siguiente «Yo soy el que antes era un príncipe en una misión, el luego fui el gobernante de un reino que lleve a la ruina y ahora soy tan solo un escritor errante; aprendan que no existen soluciones mágicas para lograr la felicidad, solo la fe en el creador y nada mas»; esta anécdota que les conté me hace llorar, porque el recordarla me trae nostalgia porque es mi propia anécdota.